La Palabra de Dios en el Jubileo

Una invitación a redescubrir la fuerza viva del Evangelio

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El Jubileo es, ante todo, un tiempo de gracia. Es un momento en que toda la Iglesia es llamada a renovar su fe, abrir el corazón a la misericordia y caminar en la esperanza. En el centro de esta experiencia jubilar encontramos la Palabra de Dios, fuente de vida y alimento esencial para todo cristiano.

El Papa Francisco recordaba que la Palabra no es solo un texto antiguo o una tradición escrita, sino una presencia viva de Dios que habla hoy al corazón de cada persona. Celebrar el Jubileo significa, por tanto, ponernos nuevamente ante la Escritura con la actitud de quien escucha, acoge y se deja transformar.

La Palabra ilumina los pasos de la Iglesia, guía las decisiones y fortalece la misión. Consola en los momentos de dolor, inspira gestos de solidaridad y abre horizontes de fraternidad. En el Jubileo, somos invitados a reconocer que la misericordia de Dios se revela concretamente en su Palabra, que siempre nos conduce al amor del Corazón de Jesús.

Como Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, sentimos la llamada a ser mensajeras de esta Palabra, llevándola a los jóvenes, a las familias, a los enfermos y a todos aquellos que más necesitan la presencia del Señor. Cada misión, cada gesto de acogida, cada palabra de esperanza que compartimos nace de la escucha fiel del Evangelio.

En el contexto jubilar, la invitación es clara: redescubrir la centralidad de la Palabra de Dios en la vida cotidiana. Esto significa dedicar tiempo a la lectura orante de la Biblia, dejar que la Escritura inspire nuestras decisiones y encontrar, en cada página, el rostro misericordioso de Cristo.

El Jubileo es una oportunidad para renovar no solo nuestra vida espiritual, sino también nuestro compromiso con la transformación del mundo. Cuando la Palabra se convierte en luz para nuestro camino, nos impulsa a construir comunidades más fraternas, justas y llenas de esperanza.

Que este Jubileo sea para todos nosotros un tiempo de profunda escucha y renovación en la fe. Que la Palabra de Dios, acogida en nuestro corazón, siga dando frutos de misericordia y de amor, abriendo para toda la humanidad las puertas de la esperanza y de la vida nueva en el Corazón de Jesús.

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