ESPIRITUALIDAD | Jesús manso y humilde de corazón

Manso y humilde: así es como Jesús se define a sí mismo. Hace uso de estos dos adjetivos a través de los cuales los caracterizan.

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Manso se traduce por mansedumbre, amabilidad, delicadeza al tratar a las personas; no violento, sino alguien que con palabras y con su ejemplo de vida nos enseña la aceptación, el perdón y gran ternura. Humilde: vemos aquí a Jesús que, como hombre, revela su gran humildad, es decir, no se coloca por encima de los demás; no comete arrogancia ni afrenta, sino que, por el contrario, se convierte en un servidor de todos. No duda en poner su vida y dedicar todo su tiempo a favor de los hermanos, especialmente los pequeños, los pobres, los últimos. (Lc 4,18) Escuchando lo que Él dice, mirando su rostro, renace nuevamente la esperanza en los corazones más sufrientes de la sociedad. Los publicanos y los pecadores pueden ver en Él el nuevo rostro de Dios Padre y su amor misericordioso. Ante Dios, que es el Señor del cielo y de la tierra, Él también, como hombre, se siente "pequeño y humilde" entre los "pequeños en la tierra", feliz de compartir su condición, feliz de ver que Dios, que siempre ha tenido predilección. por los humildes, ahora se revela a este "pequeño" que es Él.

Invocar a Jesús "manso y humilde" de corazón significa seguir sus enseñanzas y saber que esta debe ser la forma de mostrar nuestro amor por Dios y también la forma de amarnos nos a otros como hermanos.

En este Corazón ponemos nuestra confianza. Queremos dedicar nuestras vidas a Él y en una actitud de discípulos para aprender a vivir el gran mandamiento del amor. Nuestra devoción al Corazón de Jesús requiere de nuestra parte una actitud decidida de abrirnos camino con Él, de ubicarnos en su escuela y, con una actitud de generosidad, y disponer nuestros corazones y la voluntad para imitarlo en sus gestos, palabras y actitudes. De este modo podremos caracterizar al discipulado como exigencia de imitación.

 

Que el Sagrado Corazón de Jesús confirme nuestro deseo de amarlo cada vez más y hacerlo amado y conocido por nuestro testimonio.

¡Sagrado Corazón de Jesús, confío y espero en Vos!

Hna. Maria Irene do Nascimento, ASCJ

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